Historia del Duende de los nombres

Hoy es el cumpleaños de quien me presentó a Ángel Bemol y que me inspiró al Duende de los nombres y que mejor día que hoy para compartir su cuento.



Ilustración y cuento de Rosa de Soto (Ángel Bemol) todos los derechos reservados

Y para quienes no puedan leerlo bien en el archivo, aquí os lo dejo en cuento también:

CUENTO DEL DUENDE DE LOS NOMBRES

Conocí a un duendecillo simpático y travieso que solía realizar sus trastadas en un enorme castillo, este tenía muchos rincones y estaba rodeado por un inmenso bosque donde poder  esconderse. Un día que casi le pillan, o eso creía él, se lanzó por una ventana para huir, aterrizando entre un montón de hojas secas del otoño recién estrenado. Cuando logró quitarse las hojas que lo cubrían, vio junto a él al jardinero de palacio a punto de barrerlo junto a las hojas secas, ¡le habían descubierto! pero el jardinero no se había percatado de su presencia pese a que lo tenía delante. -¡Eeeeh estoy aquí! -, nada, ni le oía, ni le veía. Corrió al castillo, cantó, bailó, lanzó objetos a aquellos que lo habitaban. - ¡El castillo está encantado! – Gritaban. Pero ni le oían, ni lo veían. Eso le provocó cierta tristeza y ya no le pareció tan divertido, así que decidió marcharse.

Recorrió el mundo y en su trayecto empezó a ver nombres dibujados por los nervios de las hojas caídas, en primavera se los susurraban las campanillas de los prados, ¡qué extraño! Nunca le había pasado eso antes. Caminó triste, sin ganas de hacer travesuras y sin rumbo fijo hasta que un día llegó a un lugar llamado Polo Norte, prácticamente se tropezó con alguien llamado San Nicolás y esté al verlo decaído, lo acogió. Allí conoció a otros duendes que trabajaban fabricando juguetes.

Pronto San Nicolás descubrió que nuestro duende tenía un don curioso, podía adivinar que  juguete era el más adecuado para cada niño por su nombre, y no solo eso, los personalizaba al fabricarlos. Pero también se percató de que podía ver más allá de los nombres, a veces incluso parecía leer en los copos de nieve. El duende le confirmó que así era, veía nombres en los cristales que forman la nieve, en las hojas que caían en otoño y se los susurraban las  campanillas, pero no cualquier nombre, ni aquel con el que nos bautizan, sino el verdadero nombre de nuestras almas.  El generoso anciano se dio cuenta que el duendecillo tenía que volver al mundo y usar su don y habilidades de otro modo. Cuando este se despidió, antes de ponerse en marcha, se volvió hacía San Nicolás y le dijo - Has sido muy bueno conmigo y  quiero regalarte el nombre de tu alma, es Papa Noel, así te conocerán en todo el mundo. -

En sus viajes, el duende que no tenía nombre pero que los conocía todos, descubrió que al igual que San Nicolás habían más personas diferentes que podían verle, y a una de esas personas le dio el nombre de un Ángel apellidado Bemol, conoció a una maga muy especial que viajaba en el tiempo y en este caso le fabricó un bolso que ella convirtió en mágico. Y sigue regalando nombres y objetos muy especiales y personales. Talvez un día se cruce contigo y puedas verlo y entonces te dará algo que solo tú puedes tener, quizá un nombre o puede que otra cosa.



No hay comentarios:

Publicar un comentario