Milagros

He llegado a la conclusión de que un milagro no es solo aquello en lo que se cree, sino que es aquello que se hace y sucede más allá de la creencia.
A nuestro alrededor se suceden milagros constantemente y hemos decidido no darnos cuenta.
Tenemos la capacidad de hacer milagros y hemos decidido que eso no es lo normal sino lo excepcional.
Los auténticos ocurren de dentro hacia afuera y no al revés. Cuando nuestros ojos comprenden que la belleza que nos rodea es un milagro, que el aire que entra en nuestros pulmones es un milagro, más aun cuando los llena de dulces aromas, que saborear lo que nos gusta es un milagro, que escuchar una hermosa melodía, los pájaros, el viento entre las ramas es un milagro, que poder sentir la brisa, una caricia o un beso es un milagro. Que tomar conciencia del mundo que nos rodea y ser parte de él, de las posibilidades que puede ofrecer, es un milagro. Cada mañana que te levantas y tienes la oportunidad de afrontar otro nuevo día con veinticuatro horas para decidir que hacer con ellas es un milagro.
Una acaba dándose cuenta que no puede arrancar un crucifijo o la pastilla con instrucciones de uso de quien ha decidido poner su fe o su comodidad en ello, pues para lograr que dejemos de aferrarnos a eso, primero tendríamos que comprender el mecanismo esencial de un milagro.
Tendríamos que entender con la más absoluta de las certezas que una enfermedad es una llamada de atención de nuestro cuerpo y mente de que algo no estamos haciendo bien con nuestra vida y que la muerte es ese milagro necesario para la vida, no es un contra sentido, la una no tiene razón  de ser sin la otra.
Que el miedo es el antídoto contra la fe, la esperanza y la certeza, que es el mayor hacedor de enfermedades e inhabilita la posibilidad de cualquier milagro. ¿Qué crees y creas miedo o milagros?
Hace poco vi un vídeo que contaba una historia preciosa.

"Una profesora le pidió a sus alumnos de primaria que decidieran cuales eran para ellos las siete maravillas del mundo actual, una vez acabado el tiempo y pese a algunas discrepancias decidieron que las siete maravillas del mundo eran las siguientes por este orden, 1ª Las Piramides de Egipto, 2ª El Taj Majal, 3ª El Gran Cañón del Colorado, 4ª El Canal de Panamá, 5ª El edificio Empire State de New York, 6ª San Pedro en el Vaticano, 7ª La Gran Muralla China. Mientras contaba los votos se percató de que una de sus alumnas aun permanecía indecisa, la profesora le preguntó si tenía problemas con su lista, ella le contestó que si, que no podía decidirse pues había muchas, por lo que la maestra le dijo, - léenos lo que tienes hasta ahora y a lo mejor te podemos ayudar. La joven tras pensarlo un instante leyó, - Yo pienso que las siete maravillas del mundo son; 1ª Poder ver, 2ª Poder oir, 3ª Poder tocar, 4ª Poder probar, 5ª Poder sentir, 6ª Poder reír, 7ª Poder amar."

Las mayores maravillas de este mundo no se crean solo con las manos, son aquellas que estás dispuesto a crear cada día con tu mente, tus sentidos y tu corazón, desde dentro, y no son otra cosa que pequeños milagros, además te lo dice alguien que ha pasado casi toda su vida creando obras de arte.
Tu eres un milagro con capacidad para percibirlos, para creerlos y crearlos.


Imagen digitalizada basada en una obra de Rosa de Soto (Ángel Bemol)

"Los milagros existen, pero de lo que no nos damos cuenta es de que los hacemos nosotros."



Caídas recurrentes

Y a veces cuando caes tienes que levantarte mirando en otra dirección, ni yo misma había llegado a entender el sentido de las caídas hasta hoy, cuando tropiezas yendo en una dirección determinada al levantarte has de tomar otra para no tropezar de nuevo con lo mismo, lógico, pero no siempre llevado a la práctica.
De un tiempo a esta parte se han caído muchas cosas y alguna persona a mi alrededor, pero yo en estos días me he caído también y ahora tengo la responsabilidad de volver a levantarme y mirar en otra dirección, se que en algunos aspectos lo estoy haciendo, en unos casos supone volver a algo o a alguien que tuvo que quedarse abandonado momentáneamente pero no permanentemente, en otros ha de ser un adiós definitivo pues lo único que ese algo o alguien hace es que te alejes de ti y pierdas tu propia perspectiva, pero se que soy consciente de que aun quedan emociones, apegos y algún ego de los que liberarme, mis caídas me ayudarán a saber cuales son, serán mi localizador. 
Hace poco leí un artículo muy interesante sobre la importancia de saber decir adiós.
Y en uno de los poemas más otoñales que he escrito nunca, "Cartas a la melancolía" a través de sus versos reflexiono acerca de que las hojas que han caído, o se han soltado como se quiera interpretar, no pueden volver a ser parte del árbol otra vez, y así es, hay que esperar la llegada de otra primavera que lo renueve todo. 
Cuando sientes que caes es porque ha llegado la hora de mirar en otra dirección o de permitir que algo se suelte. Hay que hacerse responsable a su vez de todo lo que soltamos o dejamos caer.
Y echando mano a las palabras de una mente sabia, en este caso la de Eduardo Galeano, "Si me caí, es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas." Que se lo pregunten a los niños pequeños que aunque tropiecen y caigan ven como algo natural el volverse a levantar.


Imagen digitalizada basada en una obra de Rosa de Soto (Ángel Bemol)

"A veces la caída es dura pero necesaria."